Por fin llegó el día en el que las pequeñas recibirían su primera comunión. Días antes empezaron a prepararlo todo, empezando por los bigudíes y terminando por confesarse. Después del gran momento, llegaron todos los familiares a visitar a todas las niñas y a llevarlas a casa, excepto a Anitita, que sus padres ya no tenían casa porque se iban de España. Celia estaba muy triste, pero la madre de Anitita y Fifi se ofreció a llevársela a su casa, aunque al final del día, acabó enfadandose con la pequeña Celia.
Capítulo XIX: La cigüeña
En las clases de la mañana Celia lo pasaba muy bien, pero en las de la tarde, como la pasaban cosiendo... A Celia no se le daba nada bien eso de coser; siempre le decían que tenía manos de trapo. Un día, Josefina le hizo una flor bordada y Angelines que las estaba mirando, les prometió que no diría nada y que si lo hacía, que le cayera un rayo. A ésta la faltó tiempo para contarlo y... en medio de la tempestad Celia vió una cosa grande blanca que bajó del cielo y estaba en el jardín: era una cigüeña. Celia ayudó a la madre a curar las heridas de la cigüeña y ésta le dio un picotazo en la mano. Así, gracias a la cigüeña, Celia no podría coser más...
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Capítulo XX: Ensayando
Como Celia no podía coser, la eligieron para representar la obra de teatro de final de curso. En una de ellas, Celia hacía de Blas, un hombre que renegaba de que hubiera ricos y pobres; y en la otra hacía de Dolorcitas, la protagonista. Mientras ensayaban, toda clase de percances le ocurrían a las niñas. Ya cuando iba llegando el gran día, Celia le pidió a sus padres que fueran a verla, pero éstos no podían. Le dijeron que no hiciera demasiado el ridículo y que su tío Rodrigo iría a verla y le llevaría flores y dulces como a las actrices.
Como Celia no podía coser, la eligieron para representar la obra de teatro de final de curso. En una de ellas, Celia hacía de Blas, un hombre que renegaba de que hubiera ricos y pobres; y en la otra hacía de Dolorcitas, la protagonista. Mientras ensayaban, toda clase de percances le ocurrían a las niñas. Ya cuando iba llegando el gran día, Celia le pidió a sus padres que fueran a verla, pero éstos no podían. Le dijeron que no hiciera demasiado el ridículo y que su tío Rodrigo iría a verla y le llevaría flores y dulces como a las actrices.
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